La música sale de un agujero. Puede elegir recubrirlo con la belleza armónica y así especular sobre el ser, con la sensación de la promesa o la nostalgia. A partir de Duchamp, la modernidad introdujo otra vía: la de "apagar la noción de lo bello", buscar "otra resonancia" y "hacer resonar otra cosa que el sentido"[1].
Tomamos entonces como materia las cualidades intrínsecas del sonido. Desde el desarrollo de la electroacústica, son posibles todos los bricolajes con la materia sonora "concreta" y no-sublimada. En esta movilización de la parte maldita de lo audible, el efecto de agujero bloquea el efecto de sentido.
Este efecto de agujero se reduce en última instancia a la resonancia. Este agujero es menos el efecto de la producción musical que algo consustancial a esta producción, allí donde crea una resonancia, es idéntico a su causa.
¿No es esta resonancia lo que queda de sonoro cuando lo auditivo se vuelve hacia el silencio, o lo que el oído rechaza para retener solo lo auditivo de los sonidos? Cuando las campanas de la iglesia de montaña dejan de sonar, todo el valle vibra con un tapiz de resonancias evolutivas, de las que no sabremos después de un rato si siguen reverberando. Ahí donde lo auditivo se hace incierto, surge lo sonoro; y ahí donde silencio y sonoridad se confunden, es el tiempo de la voz. La resonancia no es más que el efecto de los huecos que materializan la campana y el valle. Antes de su inscripción en el mito, la cavidad del shofar hace escuchar primero el puro grito de lo imposible de escribir.
En la música nueva, como ha señalado Serge Cottet, no encontramos el encanto sino la extrañeza y la angustia[2]. Estas no adoptan al sujeto, más bien lo alejan del sentimiento de que el Otro de la música lo escucha y lo "reconoce".
Porque el cuerpo que invoca no es el del eco imaginario, sino uno con agujeros en torno a los cuales se organiza la pulsión, y que tienen su propia resonancia real. Si el inconsciente, estructurado como una canción de cuna, atempera la sonoridad de la lalangue, ¿algunos impactos pueden sacarla de sus surcos para producir esta "otra resonancia"? La música que trabaja con las densidades e intensidades más que con la tonalidad o el ritmo, que rechaza la catarsis, pero aspira a un sonido que perfore lo auditivo, ¿puede enseñarnos algo? Desde luego, no buscan la emoción. Incluso antes de que pueda establecerse una promesa de relación, ya han dejado oír que, entre pulsión y pulsación, todo está desafinado.
[1] Lacan, J., (1977) "Hacia un significante nuevo", Revista Lacaniana de Psicoanálisis n.º 25 y n.º 27, Buenos Aires, Grama ediciones, 2018 y 2019. Este artículo reúne parte de las clases del "Seminario 24: L'insu que sait de l'une bévue s'aile à mourre", dictado por Lacan en 1976-1977, inédito.
[2] Cf. Cottet, S., "Musique contemporaine: la fuite du son", La Cause du désir, n.º Fuera de serie "Ouï, En avant la musique", 2016. Publicado online en Lacan Quotidiano n.º 752, 7 de diciembre de 2017.


